La respiración influye de manera directa en nuestras emociones y la manera en cómo nos relacionamos con el mundo. Rara vez nos detenemos a reflexionar en cómo la hacemos.
¿Sabes en realidad cómo respiras?
Te invito a descubrirlo con el siguiente ejercicio:
- Cierra los ojos con suavidad.
- Intenta conectar con las sensaciones corporales que te produce inhalar y exhalar.
- Identifica el lugar en el que predominan estas sensaciones y mantén ahí tu atención por unos momentos.
- Coloca alguna de tus manos (o ambas) en el lugar que reconociste y percibe su movimiento.
- Abre los ojos amablemente y observa en dónde colocaste tus manos.
Si tus manos se encontraron cercanas a la cabeza, el pecho o las clavículas, es probable que tu respiración sea superficial y sólo utilices la parte alta de tus pulmones. Si tus manos estaban cercanas al abdomen o el vientre bajo, es probable que tu respiración sea profunda y uses de manera más eficiente tu capacidad pulmonar.
Ahora te invito a hacer otro ejercicio:
- De nueva cuenta cierra suavemente los ojos.
- Coloca alguna mano o ambas a la altura del ombligo e imagina que llevas tu respiración hacia ellas. Mantén el abdomen relajado.
- Permanece por unos momentos sintiendo su movimiento. Si te distrae algún pensamiento, obsérvalo sin engancharte, déjalo ir y regresa tu atención a las sensaciones corporales que surgen.
- Abre los ojos amablemente.
¿Cómo te sentiste? La respiración superficial lleva a estados de ansiedad, cansancio, estrés o agitación, y provoca tensiones musculares innecesarias. La respiración profunda, como la que acabas de realizar, produce relajación muscular, sensaciones de bienestar y calma.
Es muy fácil hacer la segunda práctica en cualquier momento del día y sus beneficios son inmediatos. ¡Anímate a hacerlo!
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Te mando un abrazo afectuoso.
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